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Mostrando entradas de septiembre, 2012

Juego de seducción

       Estaba al otro lado de la pista. Su gesto era relajado. Sonrisa amplia, incluso de vez en cuando soltaba una carcajada. Una copa en la mano. Si cerraba los ojos podía vislumbrar como el agua condesada resbalaba por el vidrio, acariciaba sus dedos para acabar golpeando el oscuro y pisado suelo. Tenía unos labios carnosos, de esos que nada más ver deseas perderte en ellos durante toda la noche. Llevaba una camiseta azul oscura con una vieja imagen ochentera en la parte delantera, que no consigo recordar. Sin embargo, palpita como mi corazón la imagen de sus bipces con cada movimiento de sus brazos. La tensión de sus venas. La relajación de sus músculos. Entre el movimiento de caderas del gentío de alrededor pude intuir que su vestimenta la cerraban unos vaqueros y unas Converse negras serigrafiadas con algo que no conseguí ver.         Desde que entré no pude ni quise apartar mi mirada de él. Opté por ir al baño para así poder mirar sus ojos de cerca y hacerme visible a su

¿Muestras tus cartas?

El local estaba abarrotado. Cosa normal a esas horas nocturnas y puesto que no hay mucho más donde escoger. Al principio, entras con cierta confusión. Tus ojos tienen que irse adaptando de las luces amarillentas de las farolas que alumbran la noche a las lámparas multicolores y siempre en movimiento que se distribuyen por toda la sala. Intentas vislumbrar caras conocidas o, en el mejor de los casos, un hueco donde aposentar los cansados zapatos de tacón, que ya andan deseosos de echarte de su camino. Sin embargo, toca mantener la compostura y mantienes tu postura erguida, con tu mirada perdida e intentado escuchar el comentario de turno de alguna de tus amigas sobre que tal o cual es adecuado para una o varias noches. Aunque tú sigas pensando, como buena señorita, en cruzar el umbral de tu residencial y retirar deseosamente los tacones de tus pies y caminar por el suelo desnudo, a la par que vas pidiendo no encontrarte con ningún vecino, el cual llegara a pensar, ¡esta loca

Encadenamiento

Te equivocas hoy. Te equivocaste el domingo. Te equivocaste la semana pasada. Una equivocación tras otra. Palabras y palabras que se van encadenando una tras otra. Distinto aunque siempre igual. Y lo único que se antoja es acurrucarse mientras el frío helador penetra por la ventana, dejando que profundice hasta los pulmones y helando cualquier pensamiento que cruce por dentro porque hay veces que las palabras se atascan en la garganta y los dedos se bloquean. Por mucho que nos empeñemos en conocer la respuesta, a veces nunca llegará.......

Buenas noches (reeditado)

          Recorro con las yemas de mis dedos desde el nacimiento de su pelo, el surco de su nariz, la suavidad de sus labios, en cuya boca mis dedos se introducen dulcemente, la geografía de su nuez; quiero que mis dos manos acaricien suavemente la forma de sus músculos como si de calcar un mapa se tratase. Mis nalgas encima de sus caderas. Mi cuerpo se yergue en su totalidad, mostrando una camiseta de algodón negra, que apenas deja intuir unos pezones punzantes y un minúsculo tanga gris ceniza. Mis ojos siempre expectantes en los suyos. Los labios buscándose ávidamente los unos a los otros. Sus manos recogiendo salvajemente mi trasero. Su pene clavándose entre mis piernas. Mi excitación bajando por mi piel. Su cuello siendo comido por mi boca, por mis labios, dejando la huella de mi presencia. Manos introducidas por debajo de mi camiseta, buscando el calor de unos pechos tersos. Tanga encima de la mesilla. Mi cuerpo a cuatro patas, mirando las estrellas que iluminan la madrugad

A sus órdenes II (la continuación)

……….. Ella introduce su dedo entre sus labios para darle el toque exacto de humedad. Lentamente, con la yema, y sin dejar de mirarle a los ojos, va descendiendo mientras recorre su cuerpo. Sus labios, su barbilla, su cuello, la zona entre sus pechos, su ombligo. Él se va excitando gradualmente a la par que ella se va a aproximando a sus ingles. Queda parado su dedo justo en el Monte de Venus, perfilando una sonrisa perversa, deseando que él le reclame continuar. -No pares ahora. Y ella, obedientemente, dirige su dedo hacia su clítoris. Primero, recorre la zona haciendo una comprobación del grado de excitación de su cuerpo. Él automáticamente sujeta con firmeza su pene y empieza a moverlo a arriba y abajo sin dejar de captar cada movimiento del cuerpo de su compañera de juegos. Comienza a acariciar su clítoris muy suavemente haciendo que su cuerpo se estremezca, emitiendo delicados gemidos que provocan que el pene sea cada vez movido con mayor urgencia. - Ven conmigo. Ant